Potencias involucradas en el tráfico de esclavos africanos
El imperio británico, francés, holandés, belga, Español, portugués,
entre otras naciones, fueron los mayores partícipes del tráfico de esclavo en
naciones hoy día como Ghana, Nigeria, Camerún entre otras que proveían la mano
de obra necesaria para las tareas llevadas a cabo en el Nuevo Mundo
Cuando, a comienzos de la
época moderna, el proceso expansivo europeo necesitaba afianzarse -en especial en
el ámbito colonial- sobre un nuevo desarrollo económico y, al tiempo, se
produjo el derrumbe demográfico y estructural de la población indígena
americana, se hizo imprescindible buscar alternativas que garantizaran la explotación económica
del Nuevo Mundo.
La más obvia e inmediata fue la organización del tráfico de esclavos africanos
a América, que adquirió enormes proporciones, que apenas pueden dar idea de la
tragedia que conllevaba y de sus profundas consecuencias económicas, sociales y
culturales en Europa, África y América.
La magnitud de dicho comercio requirió desde muy pronto una organización,
pasándose de un sistema de permisos y licencias a los contratos de
abastecimiento y los asientos de negros. Los más destacados traficantes y
asentistas fueron en el siglo XVI portugueses y españoles, holandeses,
franceses e ingleses desde el XVII, predominando estos últimos en el siglo
XVIII.
Los destinos preferentes fueron las Antillas, el Caribe, Canadá, Estados
Unidos, Brasil y casi todas las colonias españolas. No obstante, no hay que
olvidar que buena parte de los esclavos africanos llegaron por vías ilícitas, a
través del contrabando y que podemos establecer una cierta periodización en
la trata.
Contamos sólo con datos muy parciales que, difícilmente, permiten cuantificar
con garantías el número de esclavos africanos trasladados a América. Hay una
coincidencia en los estudios en señalar el incremento del siglo XVI al XVIII y
la disminución en el XIX.
Los totales que los diferentes autores ofrecen para los tres siglos modernos
son escalofriantes: entre 11 y 15 millones de personas llegaron como esclavos a
América (habría que añadir cuatro o cinco millones más en el siglo XIX), en
unos 55 mil viajes de los barcos negreros. El horror de esas cifras es aún
mayor si tenemos en cuenta que se calcula que por cada persona llegada al Nuevo
Mundo morirían cinco o seis en la captura o en las travesías,
con lo que las pérdidas demográficas se elevarían a unos cien millones.
Mientras que 1492 simboliza una época de apertura, expansión y desarrollo para
Europa; para África significa todo lo contrario, el cierre, la decadencia, el
inicio de una catástrofe sin precedentes, no sólo demográfica.
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